La mala organización, la ausencia de respuesta policial y la violencia desatada por ambas hinchadas dejaron un saldo de decenas de heridos y más de 90 detenidos.
La violencia se inició durante el primer tiempo cuando hinchas chilenos, ubicados en una bandeja alta sobre la parcialidad local, comenzaron a arrojar piedras, butacas, palos y hasta una bomba de estruendo hacia los sectores inferiores, donde se encontraban familiares de los jugadores. Testigos y videos difundidos en redes sociales mostraron una escena descontrolada; las butacas fueron prendidas fuego y, durante varios minutos, no hubo intervención policial ni acción de la seguridad del estadio.
Al inicio del segundo tiempo, el partido comenzó con demoras, pero rápidamente se interrumpió cuando simpatizantes locales invadieron el campo de juego con la intención de detener el encuentro. Fue en ese momento que se desató una ''verdadera cacería’': una facción disidente de la barra brava de Independiente ingresó a la tribuna visitante y atacó brutalmente a los pocos hinchas chilenos que quedaban. Los agresores los golpearon, los desnudaron y los obligaron a abandonar sus pertenencias.
De acuerdo con los primeros reportes oficiales, hay más de 10 personas heridas. El embajador de Chile en Argentina, José Antonio Viera, confirmó que entre los heridos hay al menos un ciudadano chileno en estado grave y un total de nueve hospitalizados. En medio de los disturbios, una persona cayó desde una altura de al menos 10 metros y fue asistida en el lugar.
Por su parte, la CONMEBOL anunció oficialmente la cancelación del partido de vuelta entre ambos equipos, y el caso quedó a disposición de las autoridades. Se espera que en las próximas horas se anuncien otras medidas adicionales tras estos lamentables hechos que empañaron la Copa Sudamericana.