El joven había viajado a Bolivia con el sueño de trabajar como peluquero y barbero junto a su madre, pero fue asesinado en el interior de una discoteca, donde esa noche celebraba su cumpleaños, en un suceso que la familia describió con “el sello de la mafia”.
La repatriación generó indignación en la familia, incluyendo a su hermana, Magalí Villalba, y a su abuela, debido a las condiciones de traslado. Los restos llegaron en una “caja de encomiendas”.
La abuela relató con dolor que el cuerpo fue reducido a un “objeto” y que el vuelo tuvo una escala de Bolivia a Perú antes de llegar a Asunción.
Los parientes tuvieron que hacer trámites en la aduana y pagar la guía correspondiente a la encomienda, señalando que no les informaron que el cuerpo sería enviado en estas condiciones.
Aunque la familia tuvo acompañamiento de la Secretaría de Repatriados, exigieron mayor empatía ante el dolor que representó la brutalidad del asesinato.