Específicamente al final de la calle Antequera, más de 30 familias viven en una situación de vulnerabilidad que los obliga a depender de una balsa artesanal de isopor para cruzar un arroyo altamente contaminado y convertido en basural.
Este arroyo, que se describe como un “basural con un resto de arroyo” y con agua “oscura, fétida, con basura”, es la única forma corta para que los residentes se movilicen.
La precaria balsa fue ideada por un vecino, el señor Héctor Ocampos, para facilitar el paso. Su uso principal es permitir que los niños lleguen a la escuela, ya que les ahorra una caminata de más de 1.5 kilómetros (o unas cinco cuadras de atajo) si tuvieran que dar la vuelta. Los vecinos también la utilizan para ir más rápido a sus lugares de trabajo.
Sin embargo, este “ingenio” no está exento de peligros. Don Héctor ha relatado que varias criaturas ya se han caído al agua sucia. Una niña, de hecho, tuvo que ser internada por tres días en el hospital tras tragar el agua contaminada.
Ante esta riesgosa situación, los vecinos y el propio señor Ocampos hacen un llamado urgente a las autoridades para que se construya un puente peatonal. Piden que no esperen a que ocurra una “víctima inocente” para actuar, señalando que “siempre espera última hora ellos después para moverse”.