En el siglo XIX la mayoría de trabajos habían sido en el mundo rural u oficios en negocios propios, por lo que los horarios de levantarse y empezar una jornada laboral dependía de cada uno.
Pero la industrialización trajo el cumplir unos horarios y, por lo tanto, tenían que levantarse a una hora concreta que no siempre coincidía con la salida del sol o el primer canto del gallo.
Y este fue el motivo por el que se creó en algunas poblaciones la figura del “despertador humano”, personas que recorrían las calles con el encargo de despertar a los trabajadores con el fin de que no llegasen tarde a sus empleos.
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