Actualmente, el Centro de Adicciones del Ministerio de Salud Pública registra entre una y dos personas al año con adicción al fentanilo. Sorprendentemente, la mayoría de estos casos corresponden a personal de blanco (profesionales de la salud).
Estos individuos, que tienen acceso a fármacos como la morfina, meperidina y fentanilo en su ambiente laboral, a menudo los han consumido de forma prescripta y dosificada para extender sus jornadas laborales o como método de relajación, derivando en adicciones.
Sin embargo, una nueva y alarmante situación ha surgido: centros de rehabilitación privados han reportado tener pacientes adictos al fentanilo que no son personal de blanco. Este hecho ha disparado las alarmas, pues sugiere que el fentanilo podría estar saliendo de los hospitales y sanatorios para ingresar y venderse en las calles.
El director médico del Centro de Adicciones, Nelson Gaona, enfatiza la necesidad de mantener una alerta máxima, especialmente en las zonas de la triple frontera, como Pedro Juan Caballero y Ciudad del Este. Existe el riesgo de que la droga, que ya circula en países vecinos como Brasil, pueda ingresar al país.
La preocupación es palpable y se compara con la experiencia del crack en Paraguay. A principios de los años 2000, cuando el crack apareció, se creyó que su situación era controlable; sin embargo, en 2025, es la droga más consumida en el país y ha generado una epidemia total. El temor es que el fentanilo siga un camino similar, como ha ocurrido en ciudades de Estados Unidos como Filadelfia.
La peligrosidad del fentanilo se incrementa cuando, en presentaciones como parches, comprimidos o polvos, es mezclado con otras drogas como la heroína o la cocaína, aumentando exponencialmente su poder adictivo y su letalidad.