Según el relato, las dos mujeres caminaban tranquilamente hacia una iglesia cercana cuando se cruzaron con dos sujetos en motocicleta. Momentos después, los asaltantes retornaron rápidamente al percatarse de que las mujeres estaban solas en la oscuridad del amanecer. Al darse cuenta de las malas intenciones, las víctimas intentaron correr, pero fueron interceptadas.
Una de las mujeres logró reaccionar rápidamente arrojando su mochila, que contenía su celular, al patio de un vecino, evitando así que le fuera sustraída. Sin embargo, la otra mujer no tuvo la misma suerte y, al intentar resistirse, fue brutalmente atacada por uno de los delincuentes, quien la echó al suelo de forma prepotente y cobarde para despojarla de su celular.
A pesar de la violencia ejercida, la víctima, herida, se levantó e incluso intentó perseguir a los asaltantes, arrojándoles piedras. Ante los pedidos de auxilio de las víctimas, varios vecinos se hicieron presentes e intentaron frustrar el robo agravado.
En un momento crucial, la motocicleta de los delincuentes pareció sufrir averías, deteniendo su huida momentáneamente. Un grupo de vecinos se acercó, pero la aparición del cómplice, bajo amenazas o con la posible muestra de algún tipo de arma (no especificado si fue arma blanca o de fuego), hizo que vecinos y víctima retrocedieran, permitiendo finalmente la huida de los dos “motochorros” con el celular robado.