Pacientes, especialmente adultos mayores, expresan su indignación y frustración por las largas esperas para conseguir un turno, a veces teniendo que visitar el hospital hasta cuatro veces. La falta de medicamentos es una constante, obligando a las familias a incurrir en gastos adicionales. Jóvenes y pacientes de zonas rurales también sufren, llegando a sacrificar comidas con tal de obtener atención.
La gente ya “normalizó la situación”, viéndola como inevitable, y muchos perdieron la fe en que habrá cambios. La precariedad del sistema lleva a los ciudadanos a buscar contactos políticos o a realizar actividades como “polladas” para costear insumos.
Hospitales como el de Villa Elisa enfrentan falta de infraestructura adecuada, escasez de profesionales y especialidades, y una sobrecarga para el personal médico. Aunque la dirección de algunos centros afirma tener insumos básicos, los pacientes contradicen esto, denunciando la ausencia de materiales tan fundamentales como gasas o jeringas.
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