En su homilía, el obispo de Caacupé destacó que la corrupción “corrompe, destruye” y degrada la dignidad de la sociedad, pues prioriza intereses personales sobre el bien común. Señaló que este flagelo profundiza la desigualdad y fortalece la impunidad, afectando la justicia social y la protección de los más vulnerables.
Monseñor Valenzuela subrayó que la erradicación de la corrupción requiere tanto el compromiso del Estado como la participación activa de la ciudadanía.
Enfatizó que la honestidad es indispensable para superar los problemas del país y que los ejemplos de rectitud y transparencia de autoridades y líderes son fundamentales para construir una nación más justa
“Una persona corrupta no es de fiar, no ama a las personas, sino que busca su propio interés. Una persona corrupta destruye a la sociedad, porque los compra, les quita confianza y rebaja su dignidad. La corrupción es una de las grandes causas del triste estado de cosas que vive nuestra Nación”, expresó.