El tema central de la meditación fue la construcción de la fraternidad, bajo la perícopa bíblica “Ámense los unos a los otros”. Esta actitud es considerada indispensable para tejer una sociedad reconciliada, justa y solidaria, y esencial para renovar la misión de la Iglesia en Paraguay.
El monseñor indicó que para que el bien común florezca en Paraguay, es fundamental reconocer y nombrar aquellas realidades que contradicen la fraternidad y el plan amoroso de Dios como: la pobreza extrema, el hacinamiento en las penitenciarías, los indígenas que deambulan por las calles pidiendo limosnas, la violencia en sus distintas facetas, los abusos de poder, de conciencia y de menores, el narcotráfico y la trata de personas. Dijo que estas realidades causan dolor y exigen acciones concretas.
El mismo resaltó que esta necesidad de transformación no es exclusiva de la Iglesia; la sociedad requiere autoridades honestas que trabajen por el bien común, y esto requiere conversión. Citando a la madre Teresa, se enfatiza que para cambiar el mundo, primero hay que cambiarse a sí mismo. El mundo no necesita únicamente personas que señalen problemas, sino hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por la Misericordia Divina.
En cuanto al servicio, el pueblo no espera la perfección de sus sacerdotes, sino la cercanía. En ese sentido, dijo que servir implica caminar con el pueblo, reír y llorar con ellos.